Oshosi y el loro

El ashé para hacer a Oshosi un cazador efectivo lo guardaba su loro (odideé). El pájaro manchado se llamaba odideé ló kó’gbó ògú, lo que significa “el loro que junta la medicina usada para cazar”.

Antes de dejar la casa, Oshosi hablaba siempre con su mascota y le decía: «Loro, guíame más allá del miedo». El loro era siempre el primero en ser alimentado cuando Oshosi regresaba de cazar. En el día en que los animales desaparecieron del monte, Oshosi dejó su loro al cuidado de la abuela (iyaagbá). En todo el mundo nada era más amado por Oshosi que la abuela y él sabía que el loro estaría seguro mientras estuviera fuera.

Oshosi partió al monte a buscar caza. El primer día no encontró nada, ni el segundo, ni el tercero… Una semana pasó sin resultado alguno. Pasó un mes y nada, no había suerte.

Ante esta situación Oshosi había perdido la noción del tiempo y no quería regresar a su casa con las manos vacías, por lo que continuó su viaje por más tiempo y se internó cada vez más en el monte. Toda su atención estaba en hallar algún rastro mientras cazaba. Necesitaba comida para alimentar a su familia, a su familia en sentido amplio y a su aldea.

Un día Oshosi vio a la rata de los matorrales (ekúte) y se preparó para cazarla. Puso medicina de loro (odideé mata Oggún) en su flecha y cuando medicina de loro estuvo en su lugar, usó el poder de la invocación (ofo ashé) para pedir certeza en su puntería. De un solo disparo Oshosi atrapó a la rata de los matorrales.

Tomó al animal por la cola y se apresuró en llegar a su casa para dar de comer a todos aquellos que lo estaban esperando. Cuando llegó a su casa, fue directamente a la jaula del loro para ofrecerle algo de comida, pero el loro no estaba en su jaula. Todo lo que quedaba de él era su máscara y unas pocas plumas esparcidas.

Con mucho dolor y angustia, Oshosi corrió afuera pidiendo venganza a gritos y colocó la medicina del loro en la punta de su flecha. Cuando la sustancia  estuvo fijada, usó el poder de la invocación para pedir que su flecha le diera a la persona que se había comido al loro. Así que Oshosi tiró de la cuerda del arco y disparó su flecha al cielo, y entró a la casa. Para sorpresa suya, la flecha  había atravesado el corazón de la abuela. Desde este momento, aquellos que veneran a Oshosi le dicen: «Iba’sé Ode atá matáse», que significa «Alabo al cazador que nunca yerra su blanco».

Aclaración necesaria: En Ifá hay un proverbio que dice: «Si no importa a donde se va, da lo mismo cualquier camino». Esta sentencia proverbial apunta a todos aquellos que rechazan tomar seriamente el asunto de hallar su destino personal.

Dentro del contexto de Ifá y Osha, Oshosi es el guía hacia el camino más corto, que se pone en perfecto alineamiento con el destino de la persona.

El relato anterior sugiere que aquellos que buscan su camino más elevado, pueden verse saboteados por quienes están más cerca. En la historia sagrada de Oshosi, la abuela se come al loro porque tenía una necesidad personal de alimento. Ella ignoraba completamente el valor de la relación entre Oshosi y su pájaro.

En Ifá, en ocasiones se entrena al loro para que diga ciertas palabras claves,  que son esenciales para el misterio del arte de la invocación (awo ofo ashe). Al utilizar un animal como instrumento de invocación, no se corre el riesgo de que la intención, detrás de las palabras dichas, sea obstaculizada por pensamientos inapropiados.

En el relato, el loro es la fuente del ashé de Oshosi, lo que significa que Oshosi lo utiliza para hacer la medicina que pone en su flecha. La abuela se comió loro ante la necesidad inmediata de alimento y eso trajo como consecuencia un efecto negativo sobre la capacidad de Oshosi de preparar la medicina en el futuro.

La ira de Oshosi ante a esta indiscreción lo compele a utilizar su poder contra la fuente desconocida de su cólera. Dice su invocación y se siente justificado de hacer lo que hizo. Al darse cuenta de quién era responsable de la muerte del pájaro, experimenta una profunda pena. Esto significa que no siempre el deseo de justicia trae el resultado deseado.

Como Oshosi es el elemento clave para situar a las personas en su camino de destino, desempeña un rol central en hacer valer la justicia contra aquellas fuerzas que bloquean el proceso de transformación espiritual.

Oshosi es quien trae la verdad respecto al que apoya el crecimiento individual y quien es el que estorba ese crecimiento. Oshosi trae esta verdad sin importar cuán dolorosa pueda ser.

Como hábil cazador que es, el papel de Oshosi es comprender e invocar a los espíritus del bosque como factor inicial en el proceso de vivir en armonía con el mundo.

Cuando los yorubas trajeron los orishas desde África al hemisferio occidental, la invocación de Oshosi permitió a los devotos emprender el proceso de alineamiento espiritual con aquellas fuerzas que estaban presentes en el nuevo medio ambiente. Esto incluiría el respeto por  los antepasados que vivieron originalmente en el país. Por esta razón, muchos dicen que Oshosi se ha asociado a los espíritus nativos americanos, que son también guardianes de los países del continente.

 

Oshosi es castigado

Un día, un cazador llamado Oshosi capturó tres veces codornices para consentir a Olofin y las tres veces alguien soltó los pájaros y el cazador quedó  en ridículo.

Cuando por fin entregó una codorniz en manos del Supremo Creador, este le dijo: «Pide un deseo y te será concedido». El joven cazador armó el arco con una de sus tremendas flechas y exclamó con furia: «Quiero que esta flecha atraviese el corazón de quien me robó las codornices».

En medio de un montecito de bambú estaba escondida Yemú, avergonzada por los ultrajes a que la había sometido su hijo Oggún. De su llanto habían nacido los ríos. Ella era con su grandiosa bondad, la que había liberado las codornices que apresara su hijo, a quien había criado a escondidas del padre. La flecha cruzó la inmensidad del cielo y fue directamente a su corazón.

Olofin al verla caer al suelo, la reconoció enseguida y exclamó:

–« ¡Has matado a mi mujer!»

Desconcertado por el hecho y sabiendo que el autor de aquel terrible crimen, Oshosi pensó: «He matado a mi propia madre», y se echó a correr rápidamente para buscar refugio.

Mientras tanto, del corazón de Yemú brotó un torrente tan fuerte que los ríos crecieron hasta convertirse en mares.

Oshosi corrió días y días hasta que, casado, se desplomó vencido a la orilla del mar. Al desertar escuchó la voz de Yemayá que le decía: «Necesitas tiempo para que se arreglen las cosas. Mientras tanto ve con tu hermana Oshún que vive en el río y ella te esconderá».

Por ese tiempo Oshún vivía con Inle, quien había instruido a Oshosi en los secretos de la medicina y la pesca. Así pasaron algunos años, hasta que un día Yemayá fue en busca de Oshosi para llevarlo ante su padre. Oshosi se postró, pidió perdón y Olofin decretó:

–«Como castigo a tu orgullo, trabajarás para siempre con tu hermano Oggún. ¿Tienes algo que decir?»

–«Sólo quiero que en gratitud a Oshún y Yemayá me deje poner un collar de cuentas azules y amarillas», dijo Oshosi.

–«Concedido, pero llevarás tres cauris (especie de caracoles) para que nunca olvides las codornices por las cuales mataste a tu madre».

 

Oggún y Oshosi pactan para toda la vida

Un cazador llamado Oshosi fracasaba cada vez que intentaba atrapar un venado. Sus flechas nunca acertaban sobre la presa. Era como si una mano oculta apartara los dardos de la dirección en que él las dirigía.

Algo similar le pasaba a Oggún, el dueño del bosque que, por su parte, preparaba continuamente trampas para agarrar al animal sin conseguir el resultado deseado.

Por eso, entre los dos, había surgido una rivalidad sin límites. Cada quien quería superar al otro en la caza del venado, pero todo era inútil. Ninguno de los dos lograba su objetivo. Después de tanto bregar, los dos se encontraron en la casa de Orula, donde habían acudido para buscar una solución al problema.

Orula les dijo que todo se debía a la mano de Elegguá, que no deseaba que los cazadores se hicieran amigos sin su presencia. Por eso debían ofrecerle un gallo al dueño de los caminos y rogar con un machete y una flecha para luego llevarlos al monte.

Los cazadores hicieron como les había indicado el respetable anciano. Cuando llegaron al monte a colocar el ebbó, salió un venado de gran tamaño. Rápidamente Oshosi arrojó la flecha y lo hirió de muerte, pero el animal huyó al monte. Entonces Oggún agarró el machete y se abrió paso entre la maleza para capturar al animal, que después compartieron amistosamente. Desde ese momento, Oggún y Oshosi viven juntos.

 

Oshosi y Oggún se hacen amigos

Aunque Oshosi es el mejor de los cazadores y sus flechas nunca fallan, hubo un tiempo en que no podía llegar a sus presas, porque el espesor del monte no se lo permitía. Así que desesperado fue a ver a Orula, quien le sugirió que hiciera ebbó.

Por ese entonces Oggún y Oshosi eran enemigos. Eshu había sembrado el odio entre ellos, pero Oggún tenía un problema afín con el que tenía Oshosi. Aunque nadie podía hacer los trillos en el monte con más rapidez que él, tampoco conseguía matar a sus presas y se le escapaban. Por este motivo, también fue a ver a Orula y recibió instrucciones de hacer ebbó.

De esta manera ambos rivales se internaron en el monte a cumplir cada quien con lo suyo; pero sin percatarse de lo que hacía, Oshosi dejó caer su ebbó encima de Oggún y discutieron fuerte. Sin embargo, Oshosi pidió disculpas y los dos se sentaron a conversar, a contarse sus dificultades y problemas.

Mientras hablaban, a lo lejos cruzó un venado, y veloz como un rayo, Oshosi se levantó y tiró una de sus flechas. Esta atravesó el cuello del animal y lo mató. «Ves», dijo Oshosi, «no lo puedo agarrar». Entonces Oggún blandió su machete y en un santiamén, hizo un trillo hasta el venado. Ambos muy felices llegaron hasta el animal y lo compartieron entre los dos.

A partir de ese instante, Oshosi y Oggún acordaron en siempre andarían juntos e hicieron un juramento en la casa de Orula. Por eso Oshosi el cazador anda siempre con Oggún el dueño de los hierros.

 

 

 

El pájaro para Olofi

Según la historia sagrada, cuando Oshosi vivió en la tierra como un ser humano, Elegguá le dio una tarea especial: tenía que cazar un pájaro extraño que Orula quería regalar a Olofi. Oshosi, que  era un experto cazador, halló el ave sin ningún problema y la llevó a su casa, la puso en una jaula, y luego fue a decirle a Orula que tenía el pájaro.

Mientras Oshosi estaba fuera, su madre llegó a casa y encontró el pájaro en la jaula. Ella pensó que era para la comida, así que lo mató y luego se dirigió al mercado a comprar condimentos y otras cosas que necesitaba para cocinar. Cuando Oshosi llegó a casa, vio que el pájaro estaba muerto, y se molestó muchísimo porque esto y porque no sabía quién había hecho aquello.

Entonces decidió que tenía que ir a buscar otra ave de inmediato para que Orula pudiera darle a Olofi. Oshosi cazó un segundo pájaro y se lo entregó a Orula, pero esta vez, los dos fueron juntos a llevar el ave a Olofi.

Olofi se puso muy contento con el regalo y quiso retribuir a Oshosi, por lo que le dio una corona y en el acto lo hizo orisha. Olofi le preguntó además si quería otra cosa y el cazador respondió que sí, que quería disparar una flecha al aire y atravesar el corazón de la persona que había dado muerte a la otra ave.

Olofi, que lo sabe todo, entiendió el significado de las palabras de Oshosi, y volvió a preguntar si estaba seguro de que deseaba. -«Sí»-afirmó el cazador, y agregó: -«Quiero justicia»- y Olofi le concedió su deseo. Entonces Oshosi lanzó una flecha al aire y casi de inmediato se escuchó el grito de su madre. La flecha le había atravesado el corazón y la mató. Cuando Oshosi se dio cuenta de lo que había hecho, se sintió terriblemente triste, pero también sabía que se había hecho justicia.

Olofi supo entonces que Oshosi nunca dudaría en sancionar toda mala acción que se encontrara, y convirtió esto en trabajo de Oshosi, es decir, cazar la verdad y medir la justicia en el mundo.